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Las manzanas

Mis padres podrán confirmarlo: siempre me han gustado las manzanas. Pero en algún momento, a los 18 o 20 años, desarrollé una alergia y tuve que dejar de comerlas. Cada vez que pelaba y/o comía una manzana, me empezaban a picar desesperadamente los lagrimales y, si siguiendo mi instinto, me los rascaba con las yemas que conservaban el tacto pegajoso de la fruta, el picor se volvía cada vez más desesperante con el resultado de unos ojos rojos e hinchados como si me hubiera pasado el día entero llorando, y la nariz chorreando largo rato hasta librarse de la congestión. A veces también me raspaba la garganta como si quisiera cerrarse, con la angustia que eso conlleva.
Más adelante comprobé que algunas otras frutas provocaban efectos similares: ciruelas, duraznos, almendras...Así que tuve que eliminarlas casi definitivamente de mi dieta. Con lo que me gustaban.
Yo creía que me había vuelto alérgica a esas frutas. Hasta el sábado pasado.

A una reunión en que participé el fin de semana, una mujer llevó de su jardín unas manzanas rojas pequeñas y jugosas, muy tentadoras. Dijo que venían de un árbol cargado de fruta al que nunca nadie le había puesto ningún pesticida.
Me dije que quería comprobar algo. Quería saber si era realmente alérgica a las manzanas. Pelé una y me la comí. No solo estaba deliciosa sino que no tuve absolutamente ninguno de los síntomas de los que hablé antes. Es más, como me gustó tanto, me comí otras dos. Y nada.

Con mi propia boca y mis propios ojos comprobé que no es a las manzanas a lo que tengo alergia. Es a los pesticidas. La naturaleza sabia me protege de su ingestión gracias a la alergia.

¿Pesticidas inocuos? ¿Alguien se lo cree todavía?


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