Cuando era nómada y andaba el día entero de acá para allá, todo cuanto necesitaba para mi subsistencia y mi trabajo cabía en mi mochila. Por las noches, antes de acostarme, hacía un inventario para asegurarme de que no me olvidaba nada de lo que habría de usar al día siguiente, a saber: Libros, en general más de uno, uno o dos para dar clase y un tercero para leer en los ratos libres Fotocopias, a menudo conseguidas de contrabando en las escuelas que sí nos dejaban hacerlas sin cobrarnos o recuperadas de las múltiples pilas que se amontonan sobre mi escritorio, aunque alguna vez pagadas a precio de oro en una librería del barrio europeo Papel borrador y/o cuaderno para tomar nota de lo sucedido en las clases y también de cualquier idea que se me ocurriera andando por la calle Mi agenda, mi bien más preciado, absolutamente indispensable Varias lapiceras, de preferencia de punta fina Varios marcadores para escribir en el pizarrón Un mapa plegable Mi billetera, con las tar
El 1% nos está matando -abiertamente- para apoderarse de lo que quede del planeta mientras una buena parte del 99% no solo no se rebela sino que los adula y los aplaude. Yo no. YO RESISTO.