No sé cuándo
vendrán las mariquitas.
Madre dijo que
vendrían en primavera,
Pero a fines de
mayo no han venido
Y mis plantas se
mueren de pulgones.
He lavado sus
hojas cada día
Con paciencia,
jabón y agua caliente.
He visto nuevos
brotes en sus ramas
Asomar las
caritas y reírse
Pero al rato
venían los pulgones
A acabar con todo
atisbo de alegría.
Tabaco he puesto
entre las ramas
Y en la tierra,
por consejo de una maga.
Un poco se
asustaron los pulgones
Pero al tiempo
volvieron a la carga.
Mis primos
ingenieros me dirían
“¿y no has puesto
a tus plantas pesticida?”
Confieso que lo
he hecho dos, tres veces.
Los pulgones se
me rieron en la cara.
¿Volverán las
oscuras mariquitas?
¿O es que acaso
se fueron a la guerra?
Pasó abril, pasó
mayo y llega junio.
De mi ventana
observo el horizonte.
Sueño con una
nube negra y roja.
Volando por el
cielo desembarca
En mi jardín, hambrienta, a devorar
El ejército
entero de pulgones.
Pero no es más
que ilusión, utopía.
¿Volverán alguna
vez las mariquitas?
Es verano y hace
un frío de otoño.
¿Habrán muerto en
guerra las vaquitas?
Las hormigas las
llevan a enterrar.
Un cortejo de
seres de seis patas
En fila atraviesa
el jardín
Mientras lloran
sin consuelo las flores:
“aquellas que
comían nuestros pulgones,
Ésas, no
volverán.”
[Cualquier semejanza con Bécquer o Mambrú es pura coincidencia.]
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