En mi infancia una barrera invisible custodiaba un secreto
al que yo no debía tener acceso. Cada vez que intentaba llegar al misterio,
aparecía la barrera, sutil pero infranqueable. Hasta que una tarde de mis 33
años el secreto me fue revelado y todo lo que no había entendido hasta
entonces, cobró sentido.
Es quizás esta temprana experiencia la que me hace
particularmente sensible a las barreras invisibles que una sociedad instala en
torno a temas de los que –se supone- no hay que hablar. Y sin duda el hecho de
haber dejado mi país natal para vivir en otro, ha exacerbado esta capacidad ya
que a la distancia lo que se pierde en precisión se gana en visión de conjunto.
De cualquier modo, no deja de ser curioso que las nuevas
confrontaciones con las barreras me afecten hasta tal punto. ¿Será sólo un
problema personal, como pretendieron hacérmelo ver anoche ? ¿Un problema
que debo resolver yo sola conmigo misma, un problema que no incumbe a nadie más ?
Estoy dispuesta a admitir –como ya lo he hecho más arriba-
que es mi historia personal la que me ha llevado a ver las cosas como las veo.
Pero cuando se trata de problemáticas sociales sobre las cuales distintas
personas por caminos muy diferentes –la filosofía, la ciencia, el periodismo, …-
han llegado a conclusiones semejantes a las mías, considero que es válido
extender mis reflexiones al plano social.
Tanto en Argentina –mi país natal- como en Bélgica –donde vivo-
hay temas de los que no se puede hablar sin que se te tilde de pertenecer a una
cierta ideología. En Argentina no se puede hablar de transgénicos sin que te
digan que eres o bien un traidor a la patria o bien un ecologista que no
entiende nada de economía. En Bélgica no se puede hablar de musulmanes sin que
te acusen de racista.
Ahora bien, tanto el cultivo de transgénicos en Argentina
como la explosión demográfica de la población musulmana en Bélgica son
realidades en el sentido más básico de la palabra : se ve, se toca, se
puede probar con estadísticas.
En Argentina el monocultivo de soja transgénica permitió en
su momento salir de la crisis a la población
urbana pero ha hecho estragos en la población rural con su secuela de niños
nacidos con deformidades, aumento de casos de cáncer, muerte precoz y
asesinatos para apoderarse de tierras. No es mi imaginación la que ha producido
esto : hay reportajes, entrevistas, fotos, estadísticas. Sin embargo, la
mayor parte de la gente que vive en las ciudades no lo ve. Y cuando yo saco el
tema –he ahí mi pecado o trauma o problema personal : ¿a quién se le
ocurre sacar ese tema ?- a problemática, la provocadora, la loca,
soy yo, que no he respetado la barrera invisible que delimita aquello de lo que
puede hablarse y aquello de lo que no.
Me pasa lo mismo con el tema de los musulmanes en Bélgica.
En Bruselas más del 30% de la población es musulmana. El dato en sí no es ni
bueno ni malo. Es. Si al menos un tercio de la población bruselense vive según
los principios de esa religión, se puede afirmar sin falsear la verdad que la
ciudad es casi tan musulmana como católica. Sin contar que uno sale a la calle
y los ve, los oye, viaja con ellos en el metro, estudia en la misma escuela, va
de compras a las mismas tiendas, en una palabra : convive. Insisto :
no es mi imaginación la que ha creado las mujeres con velo, los hombres con
barba y traje típico. Están ahí. Los veo. Curiosamente mucha gente no los ve.
Me pregunto cómo. Y cuando en una reunión saco el tema –he ahí mi pecado, mi
error, mi transgresión : ¿a quién se le ocurre sacar ese tema ?-,
la provocadora, la mala, la racista, soy yo, que no he acatado la regla
implícita que dice que de eso no se habla.
Anoche, una vez más, con una buena intención –pero ya se
sabe que de ellas está empedrado el camino del infierno-, la de imaginar un
diálogo intercultural que pudiera prevenir conflictos, saqué el tema en una
reunión entre belgas en la que, se suponía, podía decirse todo lo que uno
quisiera sobre temas que a uno le preocuparan y para los cuales pudieran
proponerse iniciativas. Creía estar entre personas abiertas, por eso me atreví
a hablar sin pelos en la lengua. La respuesta que me fue dada, sin embargo, fue
que el problema lo tenía yo y que a ellos el tema no les daba ni frío ni calor.
Repito : estoy dispuesta a admitir que mi historia
personal me hace particularmente sensible a las barreras invisibles, lo que me
lleva a chocarme una y otra vez con ellas. Pero ¿debo concluir entonces que las
muertes provocadas por el negocio de la soja transgénica en Argentina y las
tensiones crecientes entre musulmanes y no musulmanes en Bélgica, son sólo
fruto de mi imaginación y desaparecerán apenas deje de pensar en ello ?
Entrando en un pseudo-psicologismo, uno podría ver las dos actitudes algo en común con la del avestruz que esconde la cabeza en la arena para no ver al cazador. Para evitar ver la situación en que se encuentra metido.
ResponderEliminarPor otro lado, las dos situaciones no son necesariamente una crisis en sí. Ni afrontarlas es, necesariamente, emprender una cruzada.
Claro que es más sencillo ignorar la situación y segir con la actitud personal cool, de mentalidad moderna. Son temas que no son para una conversación entre amigos, si no está claro el sentido del planteo.
El caso de la población musulmana (en toda Europa occidental) es ya estructural a la sociedad. Conozco más en detalle el caso de Alemania: La inmigración, primero temporaria y luego permanente de trabajadores originarios del Sur europeo o de Turquía, fue necesaria para tener fuerza de trabajo en los 50s y 60s. En el esfuerzo de la población nativa y de los "trabajadores huéspedes" (como se los llamó eufemísticamente) hizo de Alemania lo que es hoy. Décadas después, la falta de profesionales en ciertas áreas abrió de nuevo la inmigración, unida a la expectativa de que la familias de origen no nord-europeo tuviesen mayor natalidad y ayudasen, además a compensar la tasa negativa reinanate, para garantizar el presente y futuro financiero de los sistemas de seguridad social, proveyendo mano de obra para las futuras necesidades de la industria.
Hay dos factores que no se tuvieron en cuenta o fueron realmente inesperados (para mi sorpresa):
- Los inmigrantes se han mantenido (durante genareaciones ya) abroquelados en comunidades casi cerradas, sin mezclarse con la población local más que lo indispensable. Eso, que desde hace más de una década se considera un problema en Alemania, no es más que un reflejo de lo que ocurre naturalmente en muchos otros lugares con los inmigrantes. Un ejemplo de eso han sido las comunidades alemana o suiza al emigrar a Argentina.
- La situación económica hace que la desocupación golpee con mayor fuerza a laos trabajos de tipo manual o menos calificados, donde los inmigrantes son mayoría. Sin perspectiva de trabajo cierta, toda una generación está sujeta a las posibilidades de los adultos para vivir. Esto último golpea fuerte a Francia (las revueltas en zonas de alto porcentaje de población inmigrante son la muestra extrema) y a otros países también.
Hoy en día, los grupos sociales de religión musulmana son los más alcanzados por los dos fenómenos. Aún cuando estemos hablando de segunda o tercera generación vivendo en territorio europeo occidental.
La cuestión no es más si son inmigrantes o no. Los nacidos en territorio alemán pueden solicitar la ciudadanía alemana a los 18 años. Son ciudadanos alemanes los que tienen el problema.
Puedo entender que no sea del todo correcto hablar de la población musulmana omo un problema. Es la población alemana (o belga, o francesa) independientemente de su religión la que lo tiene. hasta ahí mi corrección política. Más allá de eso, la situación demográfica existe, y es responsabilidad de la sociedad hacerse cargo de cada uno de sus miembros, cualquiera sea su religión o su origen étnico,
Sobre los transgénicos en Argentina, hay una situación paradójica: Bandos enfrentados entre sí apoyan el cultivo. Los productores, porque les da mayor probabilidad de recuperar su inversión y de tener ganancias importantes. Los sectores progresistas urbanos, porque ayuda a sostener las políticas actuales de gobierno. Y ninguno de los dos grupos quiere saber de muertos, de riesgos, o de probabilidades. Me tiene más que desorientado este asunto en particular.
Un abrazo, Raúl
Completamente de acuerdo en varios puntos. Concretamente:
Eliminar- la actitud del avestruz, propia de los belgas
- en cuanto a los inmigrantes: puesto que la segunda y tercera generaciones tienen la nacionalidad del país, deberían considerarse como ciudadanos 'a part entière'
- los transgénicos: en efecto, los bandos enfrentados coinciden en apoyar el cultivo, lo cual no me desorienta sino que me asquea.
Comentario de Irene Foulkes
ResponderEliminarDulce,
yo pienso como vos, exactamente como vos! Y siento también así!!!!!
Ya es como que también me voy despidiendo de pertenecer a una comunidad religiosa…aunque hasta hace muy poquito tiempo era un tema bastante importante para mí.
Después de mirar un documental sobre religión, espiritualidad y cerebro en donde se explicó qué parte del cerebro se activa en las personas místicas o que tienen experiencias extrasensoriales…pienso que a lo que llamamos Dios está dentro nuestro y según mis experiencias extrasensoriales, éstas son siempre buenas y positivas y uno tiene la sensación de elevarse a un lugar paradisíaco desde el punto de vista spiritual en donde lo que a uno lo rodea es energía sana y Buena y eterna. Entonces las instituciones religiosas toman, si lo voy a caricaturar, la imagen de un verdugo y de un dictador a la vez que manipula a los fieles para después matarlos mentalmente.
Y con respecto a los transgénicos…estoy totalmente de acuerdo.
No sé cómo poner este comentario…tal vez lo puedas poner vos?
Besos
Irene